La Inercia…
La Real Academia de la Lengua define así el término inercia:
1) Propiedad de los cuerpos de no modificar su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza.
2) Rutina, desidia
Solemos utilizar este término a menudo cuando decimos que hacemos algo “por inercia”. Actuar por inercia es pues, actuar de modo automático, actuar por rutina, o como dice la RAE, siguiendo una tendencia a dejar que las cosas sigan como están, ya sea en reposo o en movimiento, de no ser que intervenga la acción de una fuerza… ¡Interesante!
Ese modo inercial de actuación, aún siendo útil en muchos de nuestros comportamientos cotidianos – por ejemplo a la hora de conducir el coche -, porque nos permite liberar atención para ponerla en otros actos, sabemos que resulta muy perjudicial cuando contribuye a que permanezcan hábitos que no nos benefician. De ahí, la importancia de revisar, cada cierto tiempo, el conjunto de nuestras creencias y los comportamientos a los que dan lugar, para decidir si siguen siendo útiles o, por el contrario, se han vuelto obstáculos que nos impiden acceder a algo mejor.
El objetivo de este post titulado Vacunas ¿Sí? ¿No?, no es tanto el de aportar información sobre las vacunas como incitar a que nos preguntemos hasta qué punto nuestro comportamiento sobre esta cuestión puede necesitar una revisión.
¿Vacunación por inercia?
Para empezar, propongo enfrentarnos con unas cuantas preguntas, a modo de auto test
- ¿El vacunarnos o vacunar a nuestros hijos es producto de una decisión? ¿O sería más ajustado a la realidad decir que somos los sujetos pasivos de una decisión que otros toman por nosotros?
- ¿Es el de la vacunación uno de los muchos aspectos de nuestras vidas que dejamos en manos de supuestos expertos?
- ¿Nos hemos parado a pensar que a tales “expertos” pueden moverles unos intereses muy diferentes que los de velar por nuestra salud?
- ¿Puede ser que nuestra pasividad esté también fomentada desde el propio Sistema de Salud, al que le interesa muy poco que sepamos lo que se esconde detrás de algo que, al parecer, es sobre todo un gran negocio?
- ¿Nos hemos planteado, en serio, que las vacunas conllevan riesgos ciertos y graves que hemos de conocer?
La vacunación no es obligatoria…
Aunque hay muchos padres que lo creen, por el hecho de que al realizar la matrícula de los niños en el colegio, o al inscribirlos en unas colonias, se les pide, entre la documentación a presentar, el justificante de vacunación, lo primero que conviene recordar en esta cuestión es que las vacunas en nuestro país no son obligatorias.
El propio Ministerio de Sanidad y Política Social, en su página web, se refiere al calendario de vacunación recomendado (actualmente el aprobado por el Consejo Interterritorial el 10 de octubre de 2007).
Curiosamente, no existe un acuerdo unánime en esas recomendaciones ni en las que realizan las distintas Comunidades Autónomas –que pueden diferir entre sí-, ni tampoco coinciden necesariamente las del Ministerio de Sanidad y la Asociación Española de Pediatría, la cual edita su propio calendario vacunal.
Si atendemos al calendario que propone para 2010 la Asociación Española de Pediatría, vemos que en los 18 primeros meses de vida, entre las vacunas denominadas sistemáticas y las recomendadas, un bebé puede recibir 9 vacunas diferentes, cada una de ellas multiplicada por 2, 3 o 4 dosis, más otras 2 (gripe y hepatitis A) para los grupos de riesgo… ¡Eso en su primer año y medio de vida! Además de recomendar a los grupos de riesgo la vacunación de gripe o Hepatitis A desde los 4 meses.
También llama la atención cómo con el transcurso de los años, aunque supuestamente las campaña de vacunación han ido erradicando las enfermedades, en realidad lo que está sucediendo es que la cantidad de vacunas distintas que recibe un bebé ha ido en aumento.
La única vacuna segura es la que nunca se utiliza
Los acontecimientos sucedidos durante 2009 y principios de 2010 en relación con el anuncio de una pandemia de Gripe A han tenido unas consecuencias claras. La principal de ellas es que han servido para desvelar el entramado existente tras la cuestión de las vacunas. Un entramado que poco tiene que ver con la defensa de la salud, pero sí con negocios millonarios que se nutren directamente de la enfermedad, y que, en consecuencia, están mucho más interesados en mantenerla que en curarla.
Los estudios de investigadores independientes, sin vínculos con los grandes laboratorios o empresas farmacéuticas, muestran resultados muy diferentes de los que se nos transmiten desde el Sistema de Salud, tanto por lo que respecta a la supuesta eficacia de las vacunas para prevenir enfermedades como en lo relativo a su seguridad, aspecto este que quedaría bien sintetizado en una frase del Dr. James R. Shannon, ex director del National Institutes of Health (NIH): “la única vacuna segura es la que nunca se utiliza”.
De hecho, se ha documentado relación de las vacunas con un largo listado de síntomas y síndromes, entre los que se encuentran: autismo, narcolepsia, muerte súbita de lactantes, epilepsia, diabetes juvenil, síndrome de Guillain-Barré, artritis reumatoide, lupus eritematoso, psoriasis, esclerosis múltiple, asma y un larguísimo etcétera.
¿Pacientes?… No, agentes: a la búsqueda activa de información
Este post que ahora escribo es consecuencia, sin duda, de mi propia toma de conciencia, en la que ha sido decisiva la actividad que he llevado a cabo de informarme e informar a otros durante la pasada campaña de la Gripe A. Todo lo cual me ha llevado a prestar especial atención a muchos datos sobre los efectos adversos de las vacunas que han estado saliendo a la luz como nunca antes.
El conocimiento de esos datos ha supuesto que yo haya descubierto ahora que la causa del único ataque epiléptico que he padecido en mi vida, y que ocurrió teniendo yo 22 años, fue consecuencia de la vacuna que me pusieron porque iba a realizar una viaje a Perú.
De la consulta de la psiquiatra que se encargó de mi caso, salí con un tratamiento anticonvulsionante de por vida, y la indicación de que debería seguirlo regularmente porque, de lo contrario, tenía más posibilidades de que se repitiera el ataque.
Aunque en aquel momento nadie me informó de que las vacunas pueden producir ataques epilépticos, sí llegué a enterarme – porque decidí recabar más información- que un primer ataque epiléptico con 22 años es algo bastante extraño. Así que, después de sopesarlo, tomé la decisión de no seguir el tratamiento que se me había prescrito. Aquella búsqueda activa de información por mi parte – como primera encargada de mi salud que me considero – me libró de lo que hubiera sido un error de consecuencias graves para mí. Teniendo en cuenta que jamás he vuelto a tener un ataque, y que de haber seguido la pauta del “experto”, llevaría más de 30 años utilizando un fármaco anticonvulsionante, con sus correspondientes efectos secundarios, y estaría etiquetada como epiléptica y convencida de serlo. Aunque – eso sí – no hubiera tenido la oportunidad de llegar a saberlo, y lo más probable es que, a estas alturas, estaría convencida de la eficacia del fármaco.
Otra situación en relación con las vacunas que he visto ahora con toda claridad es la que tuvo que ver con mi hijo, cuando a los 13 años recibió la segunda dosis de la vacuna contra la hepatitis B. Al día siguiente, comenzó con unos intensos dolores de cabeza que se repitieron diariamente durante cerca de tres meses, a consecuencia de los cuales perdió el curso… que es la parte menor del asunto, siendo la mayor la angustia provocada por la ignorancia de la causa algo tan repentino e inexplicable.
Para mí era claro entonces que aquellos dolores tenían que haber sido provocados por la vacuna, y así lo defendí ante los médicos que le fueron viendo: su pediatra, la oftalmóloga que le hizo el estudio del fondo de ojo a la búsqueda de un posible tumor, el neurólogo –que le vio en último lugar y que diagnosticó “cefaleas tensionales”- y el médico de cabecera alópata (pero también homeópata), y el único de todos ellos que estaba abierto a contemplar la posibilidad de las vacunas como causa (entonces supe que él no había vacunado a sus hijos de nada).
A día de hoy, sé que se ha comprobado que, entre otros efectos adversos de la vacuna contra la hepatitis B, están precisamente los dolores de cabeza.
Si cuento esto aquí es porque creo que puede servir a otros… Teniendo en cuenta que ninguna de mis experiencias negativas forma parte de las estadísticas sobre efectos adversos de las vacunas, porque ninguno de los representantes del Sistema de Salud relacionado con los casos que cuento, mostró el menor interés en recogerlas de ninguna forma, ni disposición a tenerlo en cuenta como hipótesis (a excepción del homeópata), deduzco que muchísimos otros casos tampoco son tenidos en cuenta. Y por tanto, que los datos sobre la supuesta seguridad de las vacunas, están extraordinariamente sesgados a la baja… ¿No estamos todos hartos de oír a tantas personas mayores que desde que se han vacunado de la gripe están fatal?… Y eso año tras año. Pero eso a nadie le importa. ¡Y sobre esos cimientos están construidas nuestras “ciencias de la salud”!
Lo que podemos hacer
- Tomar conciencia de que las vacunas no son inocuas, sino que siempre llevan riesgos asociados.
- Tomar conciencia de que en el terreno de la salud, y específicamente de la vacunación y los fármacos, existen muchos intereses creados, tanto en el sentido de no informar u ocultar los riesgos, como en el de negar sistemáticamente cualquier relación de causalidad cuando los daños se han producido.
- Si asumimos las anteriores afirmaciones, nuestra posición como individuos soberanos, responsables directos de nuestra salud, deberá ser la de buscar información veraz, por medio de webs o profesionales de la salud que hayan demostrado su independencia, para que vacunarnos o vacunar a nuestros hijos sea una decisión sopesada, después de haber tenido en cuenta el correspondiente balance riesgo-beneficio.
- Para ello, tendremos que dedicar algún tiempo a leer sobre el tema o, quizá más fácilmente viendo buenos documentales que ahora existen en Internet. También se puede acceder a muchos de ellos desde la web de la Liga para la Libertad de Vacunación.
- Por último, podemos asumir nuestra responsabilidad de informar a otros, y hacer de este un tema de conversación en las reuniones familiares o con amigos y compañeros de trabajo.
La Liga para la libertad de Vacunación
La Liga para la libertad de Vacunación¸ es una asociación sin fines de lucro, con sede en Barcelona, independiente de vínculos e intereses corporativos, económicos e ideológicos, que mediante el trabajo voluntario de sus miembros pretende, entre otros fines, dar a conocer una información libre, contrastada y crítica sobre las vacunas y las consecuencias que provocan.
PELIGROS Y BENEFICIOS DE LAS VACUNAS
Artículo sobre vacunas en la revista Discovery Salud.
Video «Vacunación: La Verdad Oculta»
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